Carlos Páez Vilaró, habita un paisaje personal y único. Su joven amigo arquitecto, Gustavo Porta, narrador y personaje, lo recrea.
Si bien la línea es protagonista de cada imagen de este caleidoscopio, la historia no es lineal. Tiempo y espacio se entrecruzan y construyen la figura de un viaje de exploración del alma, de la amistad, del goce, de la hermandad y de la génesis de la obra artística.
Esta aventura literaria no es una biografía ni una semblanza ni un retrato. Es una hoja de ruta puesta en palabras que describen un estado de búsqueda permanente, un trayecto en el que hacer es la meta. Acompañan al mentor y al discípulo en este recorrido casi iniciático presencias tan fantásticas y disímiles como Picasso, Brigitte Bardot, el arriero chileno Sergio Catalán, Onetti, Vinícius, Horacio Guarany, Pepe Mujica, el director de bomberos, Nemesio.
Sensible, elocuente, popular, generoso y desmesurado: así es el Carlos Páez Vilaró que transita estas páginas.
Gustavo Porta escribe con un estilo inconfundible. Inconfundible por muchas razones: la libertad, los rastros de múltiples lecturas que configuran un intertexto rico y mágico, el afecto y la admiración por el maestro que se transmiten sin adjetivos retóricos y el anclaje en las dos costas: Punta Ballena y el Tigre, Uruguay y la Argentina, patrias naturales y adoptivas fundidas en el arte.
Seguramente los lectores agradecerán esta nueva mirada gozosa sobre el hacer y el vivir de Carlos Páez Vilaró.
Yo soy Gustavo Porta ,del sur del norte. Soy arquitecto y busco un camino dentro de mi tiempo. Siento que mi arquitectura y pintura intenta unir el abismo imperceptible entre &ldquolo que el hombre sabe&rdquo y &ldquolo que el hombre no sabe&rdquo y en sea búsqueda es donde memorizo mi historia y mi naturaleza. Una naturaleza que me marcó, que la recuerdo y la experimento. En donde mi abstracción es pasar una goma de borrar sobre mi propia historia pasada. Una que sabe de tierras de cambios, de ciudades en metamorfosis, de climas inestables y de culturas que se modifican. De búsquedas, que me ponen en un estado permanente de esperanza.
Por eso quizás es que no me veo como un pintor, porque un pintor es alguien que trabaja con la ilusión, en una superficie, con sombras, con luces, con pinturas y colores. Y yo trabajo con materiales de la tierra.
En muchos de estos cuadros se despierta la memoria de mi naturaleza, la memoria del sur y quizás la de un Buenos Aires que palpita en mi idea de infancia y en pensamiento de mi madurez.
P/D: En este camino inconcluso, encontré faros permanentes en los momentos de oscuridad, uno de esos fue Carlos Páez Vilaró quien a través de su pintura, escultura, cine, música la arquitectura y la palabra incluía una forma diferente de ver y vivir la vida. Sin olvidarme nunca de haber sido uno de los últimos humanos en extinción que conocí.
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